domingo, 29 de noviembre de 2015

Consumiéndome

Hacía tiempo que no me cruzaba con Jane. Exactamente dos años y medio. Tampoco esperaba encontrármela en la cafetería a la que voy cada viernes, en el descanso de media hora que me dan en el trabajo. Estaba sentado solo, con el descafeinado a mi derecha e intentando escribir algo decente para la columna semanal de la revista «Wherever». Pero hacía mucho tiempo que la inspiración no me llegaba. Así que en momentos desesperados, como siempre, solo me quedaba fumar un paquete de cigarrillos. Encendí uno y notar como el humo llegaba a mis pulmones y los destruía era lo único que me hacia sentir últimamente. Porque ni volver a ver a Jane me hizo sentir nada. Entró justo en ese momento con el pelo alborotado por el viento, con los labios cortados y las manos tiritando. No me vio y eso me permitió observarla detalladamente. Tiempo atrás me fascinaba todo de ella: su sonrisa (que parecía que estuviera pegada a ella), la manera en que se mordía el labio, sus ojos en blanco, sus palabras entrecortadas porque su mente iba a una velocidad superior de lo que jamás pudiera decir, sus ocurrencias, su manera de ver el mundo... Pero esta vez no se parecía a la chica de la cual me enamoré. Su mirada triste se encontró con la mía y durante un momento mi corazón se paró; pensé que aún seguía en el sótano de mis recuerdos favoritos. Pero simplemente fue el hecho inesperado de verla allí y tener contacto visual con ella lo que hizo que ese estúpido órgano sobrevalorado se parara unos segundos más de lo normal. Nos ignoramos como si jamás nos hubiéramos conocido. Y ni siquiera me invadió la pena. Ya no tenía taquicardias como cuando estaba con ella compartiendo mi vida. No las tenía por ella ni por nadie, simplemente había indiferencia por mi parte. Salí corriendo de allí porque no quería aceptar la idea de convertirme en alguien incapaz de sentir de nuevo. 
"Joder, Noah, ¿qué coño te está pasando? Tú eres el puto famoso escritor que siente cada palabra, cada olor, cada gesto... Y que consigue emocionar a la gente. ¿Donde queda todo eso? ¿Por qué nada te fascina? ¿Por qué no puedes volar en este mundo como antes lo hacías? Joder. Mierda. Estás acabado."
Encendí otro cigarrillo para seguir desgastándome antes de volver al trabajo, un poco más muerto y un poco más vacío.

2 comentarios:

  1. Siempre tendremos debilidades que nos tornan un poco más estúpidos, que nos dejan sin palabras con una simple mirada. ¿Y qué se le va a hacer? Hay que saber aceptar y de vez en cuando afrontar también, a nuestro talón de Aquiles.

    Te sigo, un fuerte beso.

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  2. ¡Muchísimas gracias!
    A veces esas debilidades dejan de serlo...
    Un abrazo, bonita.

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