viernes, 25 de diciembre de 2015

Voy buscando en la basura...

No reconocía aquellas manos pero para él eran suficientes porque aquella noche le estaban sosteniendo y arropando. No le hacía falta acostumbrarse a su respiración o a su olor, ni siquiera acordarse de su nombre. Solo necesitaba rellenar el hueco izquierdo de su cama de vez en cuando con alguna sonrisa bonita que le hiciera pulso a la soledad que había elegido como compañera de vida. Porque es difícil (y muy jodido) volver a aplanar las mantas y el colchón cuando ya se habían hundido con una forma determinada. Y no. Nunca más volvería a pasar por eso. Así que seguiría apostando por los amores baratos de un rato que te hacen olvidar. O lo intentan. Y además, esas manos son suaves y cálidas.
¿Quién necesita más?